Todo tiempo pasado....
La vieja y usada frase que reza "todo tiempo pasado fue mejor" no es otra cosa sino la expresión popular sobre la capacidad del ser humano para restar en su mente el espacio para las cosas malas y dejar a mano sólo los buenos recuerdos. Por eso es que siempre que vemos hacia atrás, idealizamos los tiempos viejos.
Y eso es aplicable a diversos aspectos de la vida, como por ejemplo, la forma en que juzgamos a los antiguos líderes políticos. La reciente muerte de Carlos Andrés Pérez, ex Presidente de Venezuela por un período y medio, es muestra fehaciente. Abundan en la prensa los comentarios sobre su calidad de estadista y demócrata y lamentan que su lucha sin cuartel contra Chávez le haya obligado a terminar sus días en otro país. Diego Arria, ex colaborador de Pérez y actual líder de la oposición a Chávez, ha levantado una apología sobre la personalidad y los atributos de Pérez usando las redes sociales y abundan en la prensa venezolana los reconocimientos a este ex Presidente demócrata al que hace no muchos años se le obligó a renunciar por corrupto, abusador, sinvergüenza y despilfarrador.
El tiempo que todo lo cura ha puesto un manto de pureza sobre la personalidad de Carlos Andrés, uno de los responsables directos, junto a Lusinchi, Caldera, Herrera Campins y otros, de que Chávez llegara al poder. Fue tanto lo que se robaron, fue tan mala su administración, fue tanta la corrupción y el sectarismo, que le abrieron la puerta y le pavimentaron el camino al poder a uno de los hombres más peligrosos que haya gobernado jamás en américa latina, el abominable hombre de los llanos, Hugo Chávez, el dictador.
El natural de Rubio hizo de su primer gobierno la mayor repartija de dinero que los venezolanos recuerden. Irresponsablemente y sin prever un futuro adverso, Pérez transformó a la patria de Bolívar en la Venezuela Saudita y a los venezolanos en los "ta barato, dame dos". La fama de nuevos ricos, despilfarradores, amigos de la buena mesa y del etiqueta negra de los venezolanos recorrió el mundo. A Venezuela llegaron miles de oportunistas buscando negocios turbios amparados en una corrupción que comenzó en Miraflores y bajó hasta el portero del último ministerio que, dados los buenos ejemplos que recibía, también se sintió con autoridad y derecho a pronunciar la pregunta favorita de los empleados públicos: ¿y cuánto hay pa eso?. Terminó su primer mandato salvándose de ir preso por el escandaloso caso del barco Sierra Nevada, gracias al voto de José Vicente Rangel. Las vueltas de la vida.
Herrera Campins tuvo un gobierno lamentable y Lusinchi un gobierno olvidable. Entonces el gocho N° 1 aprovechó su fuerza dentro de Acción Democrática e hizo creer a los venezolanos que todo sería como antes, que los reales aparecerían de la nada y que la Venezuela Saudita volvería en gloria y majestad. Tomó el poder y se enriqueció de manera escandalosa. Su accionar fue indudablemente más prepotente y abusivo. Se enfrascó en un lío de faldas con González Gorrondona Jr. y le intervino su banco, el BND, en una medida escandalosa que se regó por todo el país y que nunca le importó a nadie. Intentó aplicar medidas populistas que terminaron con Hugo Chávez transformado en héroe al fracasar en su intento golpista, pero abriéndole la puerta a su llegada legal a Miraflores. Tristemente destituido por haberse robado la friolera de 250 millones de bolívares -en esa época algo más de 50 millones de dólares- Pérez dejó inconcluso su segundo período presidencial y de herencia se anotó con un 48% de inflación.
Cuando paso por la esquina de Moneda con Morandé en Santiago y veo la estatua a Salvador Allende, el peor de los Presidentes que Chile hubiese podido imaginar tener, endiosado hoy a la categoría de mártir por haberse suicidado antes de que lo hicieran preso para dar cuenta de la gran farra que había hecho con Chile en apenas tres años, no quiero ni siquiera pensar en qué habría pasado si Carlos Andrés hubiese muerto en la intentona de golpe de Chávez. Hoy tendría una estatua del tamaño de Parque Central.
En Chile hay gente que aún llora a Allende y hay gente que aún llora a Pinochet. El tiempo hace olvidar que uno dividió el país en dos y acabó con su economía mientras que el otro mató a la mitad de los que sobrevivieron y se robó un pedazo importante de lo que él mismo había salvado. Dos personajes olvidables que jamás debieron estar en el lugar en donde la historia los puso, un Presidente y un dictador que no debieron haber gobernado a este país ni por un minuto.
Ojalá que la historia no permita que personajes como ellos dos y como Carlos Andrés sigan teniendo un recuerdo equivocado en el colectivo social.
Todo el mundo tiene sus méritos, pero de ahí al "gran demócrata" hay un kilómetro de mecate.