Friday, October 15, 2010

Buscando gigantes

Hay un agujero en el piso que me recuerda la entrada a la madriguera de Bugs Bunny. 54 centímetros de diámetro, menor a la rueda de mi bicicleta y un poco mayor al del volante del jeep. Del otro lado están los 33, que hace 70 días quedaron sepultados de manera tal que se hizo imposible rescatarlos de otra forma que no fuese obturar en línea recta.
23:21 en mi reloj y Manuel Gonzalez, ex futbolista, con 20 años de minero y especializado en tronadura, miembro del cuerpo de elite de rescate en profundidad, inicia el primer viaje al centro de la nada. Mientras yo escribo Manuel va en un habitáculo minúsculo que parece una gragea de paracetamol hecha para Gulliver, con la cara pegada al metal que se calienta con el roce, mirando como la roca fría pasa frente a sus ojos. No es necesario que nadie diga nada, pero la súplica silenciosa de 16 millones de almas es la misma… tráelos a casa hermano.
Poco a poco comienzan a emerger los hombres que le ganaron al miedo. Florencio Avalos es el primero. Asoma tímidamente la cabeza a su segunda oportunidad en la vida y su pequeño hijo llora. Hoy este país llora por la vida. Tantas y tantas veces que la naturaleza nos ha ganado, que la victoria de hoy, en el emprendimiento de menor oportunidad que hemos enfrentado en siglos, nos causa una alegría tan grande que nos impide reír.
Los hombres regresan al mundo y los vamos conociendo. Todos nos traen de regalo su gratitud. El temple de Mario Sepulveda, quien sale riendo del exilio forzado y regala trozos de la roca maldita para todos los que participaron en el rescate, nos descoloca. Esperábamos hombres al borde de la muerte y encontramos seres con más vida que todos nosotros juntos. Quizá ellos tienen mayor conciencia de lo que significa haberle robado tiempo a la muerte.
Mario Gomez, el mayor de todos con 64 años y enfermo de silicosis, cae arrodillado al salir de la cápsula, en una oración que es coreada en la garganta llorosa de 100 millones de seres que lo ven por TV. Ariel Ticona sube a encontrarse con la hija que nació durante su cautiverio, a la que bautizó Esperanza. Suben los rostros que vimos deformados por una defectuosa y milagrosa transmisión de TV y en viejas fotos de familia gastadas por el tiempo. Ahora los vamos conociendo. Uno a uno, 24 horas de mucha angustia, hasta que el último de los mineros, Luis Urzúa, el jefe del turno que quedó atrapado se planta frente al Presidente y le dice "le entrego el turno de esta mina Presidente, misión cumplida". Hablar es imposible, pero todavía nos quedan lágrimas. 700 metros más abajo los rescatistas que esperan abandonar el túnel maldito exhiben un letreo que expresa su orgullo por el trabajo realizado.
Al regresar Manuel González a la superficie se pone una lápida en el peor recuerdo de nuestra historia y en el mayor logro de una operación de rescate. El Presidente se para frente a la prensa sorprendida por su presencia mediática y pregunta ¿y qué querían, que el Presidente de este país lo viera por televisión?
No sé qué será de la vida de los 33 en un tiempo más. Algunos volverán a bajar a robarle el metal a la tierra, otros jamás lo harán. Unos sucumbirán ante la oferta y se nos diluirán entre los efímeros personajes de la farándula y otros usarán el coraje que sacaron de su corazón y de su fe para vivir una mejor vida. Ojalá que así como los ayudamos a recuperar su vida no los ayudemos a destruirla con golosinas deslumbrantes.
Avanzada la madrugada reviso los millones de tweets y alguien me regala la frase para el bronce….Llegar a ellos era como apuntarle a un mosquito a 700 metros. Nadie contaba con que le apuntábamos a gigantes.

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