La Venezuela que debe volver
Yo soy de los que caminaban de noche por El Cafetal. Soy de los que tomaban café en las veredas de Sabana Grande y trotaban los sábados por la mañana en el Parque del Este. Yo soy de los que iban al cine de trasnoche, que dejaban que sus hijos volviesen del colegio en autobús y se atrevían a salir de madrugada de un pub en El Rosal. Y pese a todas esas cosas que hoy parecen el acto suicida de un demente, sobreviví. Porque yo soy de los que vivieron la Venezuela vivible, la Venezuela donde no era necesario salir armado a la calle y donde la gente se atrevía a pedir que le cuidaran el carro. Yo soy de la Venezuela donde no todos los policías eran atracadores, donde los militares eran gente común y donde para comer una arepa bastaban unas monedas. Yo viví una Venezuela que hoy parece ajena, parece un cuento de otro país, de otro mundo.
Antes de vivir esa Venezuela envidiable, hermosa y amistosa, antes de crearme esos recuerdos que me acompañarán toda la vida, yo fui uno de los chilenos culpables de haber permitido que un incapaz como Salvador Allende gobernara este país, abriendo el camino a que luego de un gobierno que más vale olvidar, llegase la obscuridad de una dictadura sangrienta. Soy uno de los culpables de haber dejado que a mi país lo atacaran dos males sucesivos que dividieron a la nación entre los buenos y los malos, permitiendo que el odio fuese parte de esta sociedad y que después de 30 años, aún no se pueda perdonar.
Entonces vuelvo a mirar a Venezuela y me pregunto en qué estarán pensando los venezolanos que aún creen que el socialismo de Chávez es capaz de hacer algo útil por la gente y por el país. Y también me pregunto en qué cabeza cabe no ir a votar este domingo y permitir que la tortura siga, que la división se acreciente, que los odios se vuelvan parte del paisaje, que los bandos de los buenos y los malos sean algo tan común, que ya nadie se de cuenta que existen.
Me pregunto cómo es posible que se siga permitiendo que los recursos de mi querida Venezuela se sigan despilfarrando en enviarle helicópteros al servil de Evo Morales mientras los hospitales de la provincia venezolana no tienen suturas ni antibióticos. Me parece increíble que después de comprobar que los guerrilleros de las FARC viven en el Guárico con más poder que el Gobernador, al maquiavélico Chávez se le siga creyendo y se le siga temiendo.
Es por eso que desde hace meses me devoro en twitter los esfuerzos de quienes con sus simples comentarios y con el aporte de la información que recogen a diario en la calle, contribuyen a desenmascarar un régimen que es un holograma del socialismo, una falacia de los principios que inspiraron a las doctrinas creadas para ayudar a que los pueblos se superen. La Venezuela de hoy está a un tris de convertirse en la hacienda de Chávez, el patio trasero de Castro, el refugio de los serviles de Nicaragua, Ecuador y cualquier otro pueblo que trata de seguir el mismo ritmo, pero sin los mismos reales. Y los venezolanos están a un tris de permitirlo.
No dejen que Venezuela cometa el error de Chile. No propicien la llegada de los gorilas ni dejen que Venezuela se desvanezca en el olvido. Si las elecciones siguen dando el favor a Chávez, el resto del mundo dirá que los venezolanos son incorregibles y que tienen el gobierno que se merecen. Paren eso, Dense cuenta de lo grave que es.
Se los dice alguien que vivió la Venezuela que ustedes deben conocer.
Hagan que regrese.