Wednesday, September 22, 2010

Los viejos tercios

Hoy fui al funeral de Fernando Pinto, uno de los mejores amigos de mi querido viejo Eugenio, que se rindió a los 81, bastante solo, con escasa familia y me imagino que pasando sus últimos lentos y opacos inviernos mirando reliquias como la foto de esta nota, reflejo de la etapa de esplendor de ese Concepción chismoso, extremadamente entretenido, de mujeres hermosas, enigmáticas y chispeantes y de hombres terneados hasta para ir a la playa. El Concepción del Astoria, del Quijote, de la época de oro de la tía Olga y del Huaso, ese Concepción donde el Domingo todo giraba en torno a la Plaza de Armas y donde era imperdonable no pasar a tomar un café en el inmortal Dom, de don Juan Schiaffino, que palidecía si uno cometía el exceso de ponerle más de dos cucharadas de azúcar. Los locos cincuenta y los inolvidables sesenta.
Sin ser muy exagerado, diría que no existía ningún penquista que viviese a más de 20 cuadras de la Plaza de Armas. Mi colegio, el Concepción, ya era un viaje al extranjero. Un par de extraterrestres en el camino a Santa Juana y otro par en Lonco -ni siquiera Chiguayante- eran los límites extremos de la sociedad. Después de las nueve aparecía un tipo caminando más allá de Maipú y más arriba de Tucapel, y uno asumía que venía de putas.
Los personajes inolvidables de Concepción fueron muchos. Hubo gente que se me quedó por lo pintoresca y otra que forma parte de mi historia personal por lo afectivo. En el primer grupo tengo claro el recuerdo del ruso Chipine (o Chipini..?), dueño del Astoria, un hombre que pesaba cerca de 200 kilos y que a la salida del negocio fue noqueado por un enano que no quiso pagar la cuenta. Con Aldo Vivaldi fuimos a reabastecerle el motor de la luz durante una fiesta en la laguna y armamos un incendio que de casualidad no acaba con nosotros y con el barrio.
No hago justicia acordándome de los penquistas. Fueron tantos quienes siempre merecieron unas líneas como estas que siempre lamentaré no poder nombrarlos. Los pioneros del Teatro de la Universidad, Tennyson Ferrada y Andrés Rojas Murphy entre los más conocidos y mis dos viejos, Adriana y Eugenio, junto a Mario Ricardi, Brisolia Herrera, Gastón Von Dem Busshe y el propio Fernando Pinto fueron parte de los que levantaron un teatro romántico e histórico que llevaría a muchos de ellos a adoptar el arte como profesión. El grupo de amigos de mi padre, que fueron quizá a quienes más conocí por razones obvias, eran un círculo maravilloso. El querido Julio Ramos, a quien jamás pude agradecer en su justa medida que me prestara dinero cuando mi madre estaba muriendo, Hernán González, el extraordinario Gonzalito, chiche de las niñas, esquiador experto y más juvenil que los que teníamos 15. Roberto Fuentes y su hermosa familia, con quien mi viejo compartió la pasión por el submarinismo, el viejo Hans Hott, maestro de todos los pilotos que pasaron por el club penquista, los Valencia, que compartieron casa con mis viejos cuando apenas asomándose a la vida llegaron a Concepción a trabajar en el naciente Huachipato.  
Y en el entorno de la querida laguna chica, donde nos íbamos a finales de Diciembre y regresabamos a principios de Marzo, es imposible no recordar a Renato Vivaldi, uno de los hombres más apacibles y equilibrados que conocí jamás, a Tito Sifri, que era todo lo contrario y que cambiaba de lancha, mujer y auto con una velocidad envidiosa, a los hermanos Bittner, los O'Rayle, los Ascuí, Sergio Pérez y su mujer nicaraguense, cuya fascinación por el fuego era cercana a la piromanía y que más de una vez tiró a la fogata una guitarra que no era precisamente la suya.
Ese era el Concepción de nuestra infancia, la ciudad de los Jakos de Oro, el primer grupo de mafiosos del que tuve noción en mi vida, el de las galerías por donde capear la lluvia de invierno, el de la universidad contestataria y rebelde donde se incubaría el MIR en las ideas y acciones de Luciano Cruz y Miguel Enríquez, el Concepción del fútbol en cancha de barro con pelota sibilante y clases de gimnasia en el pasillo de las salas, mi Concepción del cerro, de las primeras resacas juveniles y los primeros amores con sabor dulce y matiné de manito tomada, Concepción de las capas de agua y las botas de goma, de los aromos en primavera y botes azules en  Llacolén, de los camarines con agujero para cuartearse y las pichangas antes del baño.
Ya practicamente todos los viejos se fueron y los que quedamos ya estamos viejos. Ojalá que la generación de atrás tenga de nosotros tan buenos recuerdos como nosotros tenemos de nuestros queridos viejos penquistas, de las mujeres hermosas que fueron nuestras mamás y de los tremendos tipos que fueron nuestros amigos.
Los psicólogos dicen que a medida que envejecemos vamos borrando los malos recuerdos y sólo conservamos la parte buena de la vida. Es cierto. Y por suerte que es cierto. Así la vida se hace cada año más grata que el anterior.

  

3 Comments:

At Sunday, 17 October, 2010, Anonymous Anonymous said...

Te falto nombrar a familias interesantes con las que compartiamos los veraneos al otro lado de la laguna chica de san pedro, los Schiavi y por supuesto los Merello Tesser.Chao.
Javier Bravo Vivaldi

 
At Wednesday, 15 December, 2010, Anonymous Anonymous said...

Que memoria,yo tambien recuerdo con mucha nostalgia mis años vividos en conce unos años muy buenos y otros que prefiero no recordar.En Canada tenemos un grupo de Penquistas y en muchas oportunidades rememoramos tiempos pasados.

 
At Saturday, 05 July, 2014, Blogger Marcos B said...

Busco información sobre el Teatro de la Universidad en el año 1954 cuando establecieron contacto con el Teatro Escuela Fray Mocho de Argentina, durante su gira por Chile en Mayo de ese año. Fueron sus anfitriones en esa oportunidad, entre ellos Tennyson Ferrada. el objetivo es tratar de encontrar algunos de los anfitriones para hacerle una entrevista para un documental.

 

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