Mirada Semanal
Cuando el mundo se preguntaba donde sería el próximo golpe del fanatismo islámico, Londres volvió a ser el objetivo y dejó a los ingleses en pánico. Ahora nunca sabrán en cuál esquina, vagón o autobús vendrá el loco de turno. Difícil vivir con esa presión. Pero a nosotros nos han tenido ocupados asuntos más importantes esta semana. Las relaciones homosexuales de la Daniella Campos, la inmunidad del Pato Laguna en La Granja o el asombroso diálogo mediático de Jordi Castell y sus pololeos, nos han tenido tan pendientes que no nos dimos cuenta que nuestro propio loco de turno -el neonazi Eguiguren- se nos escapó a Perú. Fueron tan fuertes las noticias de la gente importante de este país que ni pescamos el recuerdo de Trivelli y sus camisetas de "Cumplimos" con las que se pavoneó ufano después de terminar un trabajo que debería durar 15 años y que no alcanzó a llegar a los 15 meses en forma decente. Errores de calendario dicen. Tampoco asimilamos bien el hecho de que por fin un delito cometido por un parlamentario terminara en cárcel efectiva, o que otro de nuestro ilustres locos, Longueira, se olvidara que está en campaña para Diputado y se lanzara para Presidente el 2009. Otro con el calendario prestado. Y es que hemos estado demasiado impactados con la patética aparición en onda Cenicienta ¿o Blancanieves? de la Argandoña en la reinauguración del Teatro Caupolicán, y hemos tenido tantas reuniones para especular sobre lo que será la primera reunión de la Bolocco con el Kike en Mega, que se nos pasó volando la joyita de la semana, la defensa del ex Jefe de Gabinete de Lagos, que basa su argumentación en el "yo no fuí" por sobre la demostración de inocencia y -para ponerle la guinda a la torta- sus abogados dicen que los delitos ya prescribieron. Entonces de casualidad te salvó la campana compadre, pero ¿y las lucas? ¿las agarraste o no? ¿donde fueron a para? Mejor ocupémonos de lo importante, definamos la vuelta de Salas a la U, admiremos el rabo de la Olivarí y soñemos con las tetas de Luciana. Eso es lo bueno de vivir en el piso 50, que no existe. Desde aquí lo veo todo, no tengo smog y duermo tranquilo, a pesar de que esta semana circuló un monstruoso cuento que le habrá quitado el sueño a todos los seres inocentes como yo... álguien dijo que era seguro que volvía el doctor Orozco.
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